Donnerstag, 28. Juni 2018

ASTROBIOLOGÍA - ¿HAY VIDA EN EL ESPACIO?

El gran interrogante, de si estamos solos en el Universo, está pronto a resolverse. Veamos:

1. El astrobiólogo Kevin Hand sumerge un robot explorador en las heladas aguas del lago Sukok, en Alaska.

2. Miles de kilómetros al sur, a más de 6 metros de profundidad, Penélope Boston vadea el agua de una caverna mexicana. El aire ponzoñoso la tiene sin cuidado. Es que ha descubierto un líquido espeso y semitransparente en la pared calcárea. "¡Oh, que bello!", exclama la geomicrobióloga.

Dos sitios tan disímiles –un lago congelado y una caverna ponzoñosa-- podrían ser la respuesta al gran interrogante de si hay vida fuera de la Tierra.

La vida extraterrestre, en nuestro sistema solar y en lejanas galaxias, debe sobrevivir en océanos congelados (por ejemplo en Europa, uno de los satélites de Júpiter) o en cavernas ponzoñosas (por ejemplo, en Marte).

Entra en escena Frank Drake, un experto en transmisiones radiales de extraterrestres

En noviembre de 1961, el joven Frank imaginó una ecuación, la "ecuación de Drake", como respuesta a tamaño desafío.

¿Cómo funciona la ecuación de Drake?

Multiplicamos la tasa de formación de "estrellas en la Vía Láctea parecidas al sol" por el número de esas estrellas con sistemas planetarios propios.

El resultado lo multiplicamos por el promedio de planetas capaces de albergar vida en un sistema así, planetas más o menos el tamaño de la Tierra, con órbitas tan lejos de sus estrellas como para estar en condiciones de albergar vida.

Esto lo multiplicamos por la fracción de los planetas con algún tipo de vida, luego por la fracción de planetas con vida inteligente y luego por la fracción de planetas capaces de desarrollar la tecnología necesaria para emtir señales de radio sintonizables en la Tierra.

En suma, la Ecuación de Drake calcula el número de civilizaciones extraterrestres capaces de ser detectadas.

El descubrimiento de numerosos planetas en la Vía Láctea ha dado nueva fuerza a una tarea que concluirá cuando multipliquemos el número de civilizaciones conocedoras de las ondas radiales por el tiempo promedio que seguirán transmitiendo o seguirán con vida.

Sí, la ecuación es perfecta. Salvo un problema...

Porque, a excepción de la primera variable (tasa de formación de estrellas en la Vía Láctea parecidas al sol), el resto es un misterio.

Única salida al dilema: captar una señal de radio extraterrestre

Así fue como en 1995, Michel Mayor y Didier Queloz de la Universidad de Ginebra detectaron el primer planeta en órbita alrededor de una estrella parecida al Sol fuera de nuestro sistema solar. El planeta, a una distancia de 50 años-luz de la Tierra, recibió el nombre de 51 Pegasi b.

En 1996, Geoffrey Marcy de la Universidad de San Francisco descubrió un segundo planeta extrasolar y enseguida, un tercero.

Ahora, ya sabemos de la existencia de casi 2.000 de los llamados exoplanetas, desde algunos más pequeños que la Tierra, hasta otros más grandes que Júpiter. A esto se agregan otros miles que entraron en órbita en 2009 y aún aguardan ser confirmados.

Por supuesto, una caverna en México no es lo mismo que el planeta Marte. Y un lago en el norte de Alaska no es lo mismo que el satélite Europa.

Pero la caverna y el lago han dado lugar a técnicas para descubrir vida en ambientes similares a los que podríamos descubrir, o sea, "biofirmas" o pistas sobre la presencia de vida pasada o presente allí donde no es posible realizar complejos experimentos de laboratorio. Por ejemplo, la cueva mexicana.

Gracias a los vehículos espaciales, sabemos que Marte tiene cavernas con microbios

Marte perdió su atmósfera y su agua de superficie hace unos 3.000 millones de años. Los microbios sólo pueden sobrevivir en Marte con una fuente de energía distinta al sol, por ejemplo, el goteo en la cueva mexicana que tanto entusiasmó a Penélope Boston y que no es otra cosa que una biofirma, es decir, una comunidad de microbios ligados entre sí dentro de un amasijo viscoso.

En el otro extremo de América del Norte, sobre el congelado lago Sukok, científicos e ingenieros hacen algo similar. Como el gas metano que brota del fondo del lago agita el agua, no hay hielo en algunos sitios. El metano es generado por microbios llamados metanógenos. Estos descomponen la materia orgánica, haciendo de ella otra posible "biofirma" en otros mundos. Pero el metano también proviene de erupciones volcánicas y otras fuentes no biológicas y se forma de manera natural en la atmósfera de planetas gigantescos como Júpiter, lo mismo que en la luna Titán de Saturno.

Para los científicos es vital disociar el metano biológico de su pariente no biológico. Y como su interés se centra en el satélite natural Europa, el lago Sukok, tan rico en metano, es una alternativa nada desdeñable.

El ya citado Kevin Hand prefiere el satélite Europa por una razón esencial:

"Supongamos que bajo la superficie de Marte haya organismos vivientes con un DNA similar al de los organismos vivientes terrestres. Eso podría significar que el DNA es una molécula universal. Pero también podría significar que la vida en la Tierra y la vida en Marte tienen ambas un origen común. Sabemos que las rocas lanzadas al espacio por el impacto de asteroides terminaron cayendo en la Tierra. Y también es posible que rocas terrestres hayan aterrizado en Marte. Si estas rocas contenían microbios, quizá sobrevivieron el viaje, pudiendo así propagarse en cualquier planeta. No así el satélite Europa, que está muchísimo más lejos. Si hubiera vida allí, su origen sería distinto, aun basado en un DNA".

El satélite Europa es ideal para la vida: agua en abundancia, un suelo oceánico con posibles conductos hidrotermales similares a los de la Tierra que podrían servir de alimento a la vida existente allí. Y los cometas que se estrellan en la superficie de Europa depositarían allí los productos químicos orgánicos útiles también para crear y sostener la vida. Pero...

La gran incógnita es saber cómo harán estas sustancias químicas para atravesar una capa de hielo de... 16 a 24 kilómetros de espesor...



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