Por favor, tengan un poco de paciencia.
¿Por qué?
Porque antes, vaya a saber por qué, siento la necesidad de contarles un sueño que tuve.
Un sueño de lo más raro, sin un principio ni un final.
Un sueño que algo quiere decirme, aunque no sé bien qué.
Quizás a ustedes se les ocurra una explicación. Pero ahora...
Vayamos al sueño mismo, porque... ¡Quién sabe si la vida no es un sueño, como decía el bueno de Calderón!
EL SUEÑO
El viejo había desaparecido como tragado por la tierra.
¿Y dónde estaba la joven de la ventana?
Porque eso contestaba la pregunta de qué me había traído aquí, a la fortaleza. Y además...
No. El viejo NO había desaparecido. Ahí estaba, misteriosamente de vuelta...
Pero...
¿Era el mismo viejo de antes?
Sí, aparentemente era el viejo "bueno". Aunque...
¡No te dejes guiar por las apariencias!
El viejo me preguntó si por casualidad no había visto a su hija, agregando que él era un rey destronado y su hija, una princesa.
"¡No es verdad!" dije, retrocediendo unos pasos. "¡Yo lo he visto a usted muerto de hambre! ¿O no se acuerda del restaurante donde le dieron de comer?"
"Usted me confunde con otra persona", dijo el viejo. "Yo sólo busco a mi hija que está presa aquí".
Llegué a la conclusión de que el viejo estaba más loco que una cabra, por lo que, dándole la espalda, seguí adelante por el camino "2".
¿Cuál podía ser la segunda ventana de la izquierda?
Tratando de averiguarlo, llegué a una rotonda con seis puertas. En una de ellas, estaba un viejo, en otra, el perro (¿o lobo?) que ya conocía.
"Ayúdame", me dijo el viejo. "Mi hija.está detrás de esa puerta, pero el perro no me deja acercarme".
La cara del viejo había cambiado.
No, eran sus rasgos los que parecían cambiar... de buenos a malos... de malos a buenos... de buenos a malos...
Bueno, quizás me equivocaba, quizás mis ojos no veían claro debido al cansancio.
El viejo me observaba atentamente, como esperando una respuesta.
"No tenga miedo", le dije, "yo al perro lo conozco".
Pero...
¿Ese perro, o lobo, o lo que fuere, era realmente el que yo conocía? ¡Porque también a mí me gruñía mostrándome los dientes!
Me di vuelta para decirle algo al viejo, pero...
¡El viejo había desaparecido!
Uf, qué importa, hay cosas más importantes, como, por ejemplo, deshacerme del perro...
Aunque...
¿Qué perro?
¡Porque también el perro había desaparecido!
Me encogí de hombros. ¡Ese viejo loco podía irse al diablo! ¡O aún más lejos si fuera posible!
Había llegado el gran momento de abrir la puerta...
Pero...
¿Y si era la puerta equivocada? Después de todo, eran seis puertas y no sólo una.
¡Qué dilema, Dios mío!
Y así estuve, primero yendo hacia una puerta, después, hacia otra, sin animarme a abrir ninguna.
Pero algo tenía que hacer. El viejo podía volver de repente, lo mismo que el endemoniado animal.
Harto ya de tanto titubeo, abrí la primera de las puertas. ¿Y qué es lo que vieron mis ojos?
¡Vieron a la joven de mis sueños!
"¡Aquí estoy para salvarte!", exclamé ebrio de amor y de coraje.
La joven, que miraba muy atenta por la ventana, apenas si giró la cabeza.
"¿Salvarme? ¿Y por qué?"
¿Por qué?
Pero...
¿Era ésta la joven con la que había soñado?
¿O todo no era más que un sueño, una fantasmagoría?
La joven seguía mirando por la ventana.
¿Qué es lo que miraba con tanto interés?
Para saberlo, miré yo también.
Y lo que vi, me cortó la respiración.
¡Muy abajo, vi al viejo y su hija perderse a la distancia!
Totalmente confundido, salí de la habitación. Sentía que había caído en una trampa acaso mortal y que debía escapar de allí lo antes posible.
Afuera, me topé con el feroz cancerbero. Pero...
¿Es que no se había ido?
El animal me gruñia de tal forma que eché a correr.
Ya sentía -o creía sentir- al animal mordiéndome los talones, cuando un golpe de viento me lanzó por los aires, para luego hacerme rodar cuesta abajo por una pendiente entre colinas nevadas.
Tras sacudirme de encima la nieve que me cubría de la cabeza a los pies, eché un vistazo a mi alrededor. No entendía nada, estaba muerto de frío, el paisaje me era desconocido y, para mayor infortunio, no veía por ningún lado al viejo y su hija.
____________________________
Bueno, ésta es la historia. Una historia de lo más rara, sin un principio ni un final.
¿Por qué?
No me pregunten. Es sólo un sueño que tuve.
Y aquí viene le pregunta.
Los sueños, ¿son verdad o mentira?
Y otra pregunta más:
Cuando de noche soñamos, ¿es ésa la realidad? Y cuando estamos despiertos, ¿es sólo un sueño?
Ya sé, otros se han hecho las mismas preguntas. Preguntas por demás lícitas. Pero...
Los niños no se hacen estas preguntas, Toman la vida tal como viene, como un juego donde la fantasía corre a sus anchas. Sin estar atados a los prejuicios de los adultos, son realmente libres. O mejor dicho...
Lo son hasta que van a la escuela. Allí se acabó la libertad. Sin pérdida de tiempo, se los "encaja" en el esquema habitual, conducente a hacer de ellos "buenos" ciudadanos, ¡no, qué digo!, "súbditos obedientes".
¡Basta de contemplaciones! A estudiar, a aprender sus lecciones, en suma, a dejarse de soñar, porque...
Eso es cosa de niños, ¿no es cierto?
Y así, se les roba la infancia, para "acomodarlos" a un sistema que les roba su alma inmortal.
Porque...
¿Qué pasaría si se los dejara soñar a su gusto?
Pues...
¿Recuerdan qué pasó con los grandes humanistas, con los grandes soñadores de la Historia?
Giordano Bruno, por ejemplo, que osó cuestionar la historia oficial de un Sol girando alrededor de la Tierra, fue condenado a la hoguera. Condenado por la Santa Madre Iglesia, se entiende.
¿Y Galileo Galilei? Pues, se salvó por un pelito de acabar de igual modo.
¿Y la doncella de Orleáns, Juana de Arco?
Francia estaba entonces bajo el dominio de Inglaterra. Con la ayuda de la Santa Madre Iglesia, se entiende.
Todavía una adolescente, Juana escuchó "voces" urgiéndola a liberar a Francia.
Y Juana obedeció.
Así, fue ganando una batalla tras otra. Hasta que el destino quiso que cayera en manos de los ingleses. Que sin tardanza la mandaron a la hoguera. Con la complacencia de la Santa Madre Iglesia, se entiende
Otra rebelde más, Juana de Arco. Pero gracias a ella, ahora Francia es libre.
Dando un salto en el tiempo, también a Einstein se lo quiso silenciar, pero, claro está, sin condenarlo a la hoguera, porque...
Los tiempos eran otros.
Gracias a esto, podemos ahora estudiar la teoría de la relatividad sin por eso ser mandados a la hoguera. Algo es algo...
Conclusión
Los grandes soñadores, los que se atrevieron a enfrentar a sus padres, a sus familias, a la sociedad, al Estado. a todo el mundo en definitiva, son quienes nos han ido guiando hacia un mundo mejor.
Soñemos, pues...
Y para terminar, una confesión que, así espero, no me lleve a la hoguera...
La historia que les conté es parte de mi libro "Río del Olvido -- Cómo prepararse para el 21 de diciembre del 2012". Un libro de poquitas páginas que les recomiendo leer.
Para que también ustedes puedan soñar a su gusto...