Dios
nos habla en sueños.
Para
saber si lo soñado es realmente un “sueño de Dios”, debemos
considerar lo siguiente:
1.
¿Es un sueño “bíblico”?
La
Biblia advierte: ¡cuidado con el espiritismo, la hechicería, el
ocultismo y lo paranormal!
¿Me
alentó el sueño a hacer cosas contrarias a Dios? Si es así, no es
un sueño de Dios.
2.
¿Es un sueño “revelador”?
En
la Biblia, los sueños siempre son reveladores. Vayan dos
ejemplos:
Un
sueño reveló al Apóstol Pablo que su misión sería en Macedonia y
no en otra parte.
La
Escala al Cielo reveló a Jacob un aspecto de Dios que hasta entonces
le parecía incomprensible.
3.
¿Permanece el sueño en la memoria?
Al
contrario de la mayoría de los sueños, recordamos a los sueños de
Dios. Además, los recordamos vívidamente. E
inquietan nuestro
espíritu. Aquí, “inquietar” no significa algo malo, sino
aquello que no es normal para nuestro espíritu.
Por
ejemplo, el rey Nabucodonosor tuvo un sueño. Un sueño
interpretado por el profeta Daniel. El rey dijo, “He soñado un
sueño, y mi espíritu se ha perturbado por saber el sueño”
(Daniel 2:3)
Un
sueño de Dios no es igual a un sueño común y corriente. Lo
recordamos porque nos entusiasma y porque es más vívido que otros
sueños.
4.
¿Qué pasa si el sueño desaparece de nuestra memoria?
Para
saber si un sueño es de Dios, hágase esta pregunta: ¿Es un sueño
que luego se esfumó? ¿Qué semejanza tiene este sueño con otros
que tuvo de Dios?
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