Antes,
una pregunta. ¿Quién determina si Dios existe? ¿Un laboratorio
farmacéutico? ¿Un congreso de científícos nucleares? ¿Un
multimillonario a lo Bill Gates?
¡Qué
idiotez, Señor! Porque a Dios no lo encontraremos nunca con la mente, con
el cerebro. A Dios sólo encontraremos con el corazón.
Los
niños jamás se preguntan “si Dios existe”. Saben que Dios, y
Jesús, y la Virgen existen. ¡Y punto!
Por eso, para saber si
Dios existe, debemos ser como los niños y dejar que hablen nuestros corazones. O que hable la música. Que en definitiva es lo mismo.
Sobre
el particular, el gran poeta Heinrich Heine escribió: “Allí donde
mueren las palabras, comienza la música”.
Perdón,
pero me voy a tomar el inmenso atrevimiento de cambiar estos versos
por los siguientes: “Allí donde mueren las palabras, habla el
corazón”.
Decía
el gran psicólogo Jung: “¡Yo no creo, yo sé!”
¿Qué
significa esto? Pues, que Dios lo es TODO. No hay NADA fuera de Dios.
Porque Dios vive en cada uno de nosotros.
¿Cómo
podemos ser criaturas de Dios sin tenerlo en nuestros corazones? Y si
yo tengo a Dios en mi corazón, es decir, muy, muy dentro mío, no necesito
buscarlo fuera de mí.
Y
si Dios vive dentro de mí, tampoco necesito “creer” en Dios,
porque yo SÉ que existe. ¿Dónde? Pues en mi corazón.
Y
tampoco tengo porqué tener miedo.
Con
Dios dentro de mí, no tengo porqué enredarme en la maraña de
mezquindades y brutalidades humanas.
Mezquindad
y brutalidad son ambas fruto de la ignorancia. Y yo no quiero sumarme
a la masa de ignorantes, sabiendo, como sé, que Dios es la suprema
sabiduría.
Eso
lo entiende hasta el más bruto, como decía mi abuelo, pero...
Somos
seres divididos. Y como seres divididos que somos, tendemos a
dividirlo, a separarlo todo.
No
sólo somos seres divididos. También somos seres contradictorios.
Aceptamos ser criaturas de Dios, pero en la vida cotidiana
se-pa-ra-mos: Dios por un lado, nosotros, por el otro.
Y
así terminamos relegando a Dios al ámbito de las iglesias, de las
religiones, de la misa y del sermón dominical.
Pero,
¿no habíamos dicho que Dios lo es todo? Por eso, todo lo que
ocurre en el mundo, individual y colectivamente, es una
misma cosa. Inundaciones, tornados, erupciones volcánicas, por un
lado, guerras, atentados terroristas, crisis políticas, por el otro.
Si
Dios lo es TODO, todo está forzosamente unido entre sí. Lo cual nos
lleva a la siguiente conclusión:
Lo
que ocurre en el mundo es voluntad de Dios. Y si quieren saber
porqué, lean “Río del Olvido – Cómo prepararse para el 21 de
diciembre del 2012”. Con este pequeño gran libro sabrán todo lo
que tienen que saber. Y...
¡Que
Dios los bendiga!
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen