Bueno, si es i-ni-ma-gi-na-ble, pues comencemos más abajo. Comencemos por
nuestra Tierra.
Por ejemplo, un vuelo de Dubai a San Francisco equivale a unos 12.900 kilómetros.
Más o menos el diámetro de la Tierra.
El diámetro del Sol es 100+ veces el de la Tierra.
La distancia entre la Tierra y el Sol es aún 100 veces más: unos 150 millones de
kilómetros, o sea, la llamada UA o Unidad Astronómica (radio de la órbita terrestre
alrededor del sol).
Por ejemplo, viajando a 18 km por segundo, la nave espacial Voyager 1 (lanzada en
1977) se encuentra a 137 UA del Sol..
Las estrellas están aún más lejos. La más cercana, Próxima Centauri, dista del Sol
alrededor de 4,25 años luz (¡270.000 UA!).
¡Habría que poner en hilera unos 30 millones de soles para cubrir la distancia
entre el Sol y Próxima Centauri!
Cuatro años luz es la distancia promedio entre las estrellas de la Vía Láctea, Sol
inclusive.
Las 300.000 millones de estrellas de la Vía Láctea han sido “apiñadas“ en una
vasta estructura de unos 100.000 años luz de diámetro.
Uno de los grandes descubrimientos de las últimas dos décadas es que el Sol no es
el único con un séquito de planetas. En la Vía Láctea, la mayoría de las estrellas
similares al Sol también tienen sus planetas, muchos con características que les
permitiría albergar vida tal como la conocemos, pero...
Llegar a esos planetas es ya cosa muy distinta. Por ejemplo, el Voyager 1 tocaría
Próxima Centauri en 75.000 años... Eso sí, viajando en la dirección correcta, lo cual
no es el caso.
Aunque las historias de ciencia-ficción se desarrollan en su gran mayoría en la Vía
Láctea, lo cierto es que el Universo es muchísimo más grande.
La galaxia más cercana se encuentra a unos 2 millones de años-luz de la Tierra.
Y la luz de las galaxias más lejanas captadas por los telescopios ha estado
navegando hacia nosotros durante casi toda la edad del Universo (unos 13.000
millones de años...).
En la década de 1920, se comprobó que el Universo ha estado en constante
expansión desde el Big Bang.
Pero ahora, hace unos 20 años, resulta que esta expansión se está acelerando a
impulsos de una fuerza (“energía oscura“) cuya naturaleza aún no comprendemos.
Esta energía oscura opera en las escalas de longitud y tiempo del Universo, como
un todo.
Y pregunto: ¿cómo trasladar este concepto a una obra de ficción? ¡Imposible!
Pero aún más. Es imposible ver galaxias desde esas partes del Universo cuya luz
no ha tenido tiempo suficiente desde el Big Bang para llegar a nosotros.
¿Qué existe más allá de los límites conocidos del Universo?
Antes que nada, pongámonos de acuerdo: el Universo no tiene límites. El Big
Bang que lo llamó a la vida es sólo una de acaso infinitas explosiones similares. El
“multiverso“ resultante es tan inmenso que desborda nuestra capacidad de
comprensión.
A esto, el astrónomo norteamericano Neil deGrasse Tyson afirmó que “el Universo
no está obligado a que usted le encuentre sentido“.
De modo parecido, las maravillas del Universo tampoco están obligadas a que la
ciencia-ficción invente historias sobre ellas.
El Universo está vacío en su mayoría, pero... ¿Tiene algo en común con nosotros,
con lo que hacemos, con nuestras emociones?
Olaf Stapledon trató de verificarlo en su novela “Hacedor de Estrellas“ (Star Maker)
de 1937. En ella, las estrellas, las nebulosas y el cosmos son conscientes.
Para terminar, el astrobiólogo Caleb Scharf de la Universidad de Columbia ha
dicho: “En un mundo finito, una perspectiva cósmica no es un lujo, sino una
necesidad“.
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