En realidad, no sabemos.
Aun así, la mayoría de nosotros diría que el ser humano es un espíritu que habita
un cuerpo físico durante un tiempo equis (un espíritu que nunca deja de sentirse
infinito, no sujeto a tiempo alguno).
A la muerte de nuestro cuerpo físico, emprendemos el gran viaje del que nos
hablan las experiencias cercanas a la muerte.
¿Es verdad que ciencia y espíritu marchan por vías paralelas, sin nada en común?
No, no es verdad.
Por ejemplo, en uno de los grandes dilemas de la vida humana, a saber, qué pasa
cuando morimos, ciencia y espíritu no divergen, sino que convergen.
Eso también lo sabía Einstein: “Aquellos seriamente interesados en la ciencia,
saben que en las leyes del Universo anida un espíritu. Un espíritu vastamente
superior al del hombre. Un espíritu que nos sume en humildad“.
¿Y qué nos dice sobre esto Rupert Sheldrake, el biólogo, bioquímico y
parapsicólogo conocido por su teoría de la resonancia mórfica?:
“La mejor forma de abordar la cuestión de si hay o no hay vida después de la
muerte es nuestra experiencia. Así, cuando soñamos, tenemos la experiencia de
algo parecido a un cuerpo alternativo. Al soñar, hacemos cosas que nuestro cuerpo
físico no hace cuando duerme, por ejemplo, puedo estar paseando, hablando con
alguien, puedo aun estar volando. Pero estas actividades (que se dan en un
cuerpo) ocurren en mi cuerpo del sueño, no en mi cuerpo físico. Porque mi cuerpo
físico yace dormido en la cama. Al soñar, es como si tuviéramos cuerpos paralelos.
Dónde exactamente, ésa es otra cuestión, aunque obviamente, es un espacio
vinculado a la mente o la conciencia. Pero tampoco podemos estar seguros de que
ese espacio esté limitado a la cabeza. Eso es lo que la gente suele pensar, pero yo
no lo acepto. Tampoco acepto que la conciencia anida toda ella en la cabeza.
Pienso que, en cada acto de visión, nuestra mente va más allá del cerebro. La idea
de una vida después de la muerte se relaciona con las experiencias
extracorporales en las que nos vemos flotando fuera del cuerpo o bien con sueños
lúcidos en los que somos concientes de estar soñando, lo que nos permite ir a
determinados sitios mediante el control de nuestro sueño. Pienso que morir es
como un sueño del que ya no despertamos. El dominio de la conciencia en
nuestros sueños puede existir independiente del cerebro, porque no es un dominio
físico. Es un campo de la posibilidad o de la imaginación. Es un campo de la mente.
Es posible seguir viviendo en una especie de mundo onírico y cambiar y
desarrollarnos en ese mundo sin estar sujetos al cuerpo físico. Si es o no posible,
ésa ya es otra cuestión. Pero a mí me parece posible. Las experiencias
extracorporales y las experiencias cercanas a la muerte acaso quieran indicarnos
que es eso precisamente lo que nos espera cuando morimos. Cosa que recién
sabremos a la hora de la muerte... Y lo que pase entonces podría muy bien
depender de nuestras expectativas. Puede ser que los materialistas y ateístas
convencidos de que la vida después de la muerte es sólo un vacío, realmente
experimenten ese vacío. Puede ser también que sus expectativas influyan sobre lo
que está ocurriendo. Y los que creen que irán a un reino celestial, con oasis y
palmeras y jóvenes danzarinas de ojos almendrados, es posible que reciban eso.
También puede ser que la vida después de la muerte esté muy condicionada por
nuestras expectativas y creencias, de la misma manera como lo son nuestros
sueños“.
Todo lo cual nos lleva a formular las siguientes preguntas decisivas:
¿Qué es lo que ocurre exactamente cuando nos morimos?
¿Son alma y conciencia inmortales?
¿Está nuestra existencia terrena subordinada a un plan superior?:
Keine Kommentare:
Kommentar veröffentlichen