En
cada uno de nosotros brilla un sol. Y en cada uno de nosotros llega
el momento de su eclipse.
El
eclipse solar está en nosotros mismos.
Todo
en nuestra vida nos enseña algo vital para la misión divina que nos
ha sido encomendada en la Tierra.
Todo
lo que entra en nuestro mundo es para que el alma pueda cumplir mejor
la misión por la que ha sido enviada aquí precisamente.
Para
entender algo en profundidad, debemos descubrirlo dentro de nosotros
mismos.
¿Dónde
está el eclipse solar en la vida suya? ¿Dónde está dentro de la
misión que le corresponde en la vida?
La
canción del Sol
¿De
qué nos canta el Sol? Nos canta del momento de su eclipse.
El
Sol dice: "Al ser ocultado por la luna, yo estaba en su morada;
ambos, sol y luan, avanzan a la luz de vuestras flechas y el brillo
de vuestras lanzas refulgentes".
Pero...
¿Para
qué cantar su eclipse? Dejemos al sol cantar a su gran luz, a su
calor que hace posible la vida sobre la Tierra.
¿Qué
dices? ¿Que Dios alaba en su canto tanto lo malo como lo bueno?
Exactamente.
Aunque la luna se interpone entre tú y el Sol, impidiendo que su luz
se difunda, el sol sigue sin moverse de su sitio, con toda su luz.
La
luz de la luna no es tan fuerte como creemos. Basta que la Tierra se
interponga entre ella y el Sol para que se quede sin luz, porque toda
su luz proviene del sol.
Todo
es para bien.
Desde
nuestra limitada perspectiva, no siempre somos capaces de ver el bien
que nos rodea. Pero el bien está allí, delante nuestro.
El
Universo es una parábola
Una
parábola enseña sabiduría bajo la forma de una metáfora.
También
el universo nos revela la Divina sabiduría, ocultándola en los
objetos que pueblan el cielo y la tierra..
Pensemos
en un actor que expresa su creatividad pretendiendo ser lo que no es.
O pensemos en un novelista que ve su narración desde la perspectiva
de sus personajes, como si él, el novelista, no tuviese nada que ver
con ello.
Hay
quienes ven la historia del universo como una lucha entre los poderes
de la luz y los poderes de la oscuridad.
El
mal sería una estratagema de los poderes de la oscuridad.
El
bien sería una victoria de la fuerzas de la luz.
Hay
armonía entre ambos poderes antagónicos. Así como no hay música
sin el poder de la restricción, tampoco hay creación sin
ocultamento.
Sin
creación, ¿a quién iluminaría la luz? Sin creación, ¿cómo
sería posible conocer a nuestro Creador?
En
el mundo físico, estos dos elementos tienen su perfecta
manifestación en el sol y la luna.
El
sol nos habla del poder creativo de nuestro Creador. Y la luna nos
habla de Su poder de ocultarse dentro de Su creación para proveer
energía y dar vida.
La
luna nos habla del poder de Dios de ocultarse dentro de su creación,
de habitar en las sombras para que el mundo parezca un mundo real.
El
sol envía su poderosa luz y calor a nuestro planeta, pero es la luna
la que permite recibir esa luz y vivir de ella.
La
gravedad lunar empuja nuestras mareas oceánicas, haciendo que el
calor se mueva del ecuador a los polos. Y crea corrientes marinas
suboceánicas para que el calor se proyecte a las regiones más
distantes.
La
gran masa lunar estabiliza los ejes de nuestro planeta y hace más
lenta su rotación, para que la temperatura de las estaciones del año
y de los días del año no sean extremas, ni tampo excesivamente
tibias.
Pero
ahora, en el momento del eclipse solar, la luna domina al sol. No se
conforma con regular la gran energía solar, sino que se atreve a
bloquearla. Al Sol eso no le importa. Porque ni siquiera hay un real
ocultamiento.
Es
sólo desde nuestra perspectiva que la luz de Dios es ocultada. Dios
sigue en el mismo lugar de siempre.
Cuando
el maestro cuenta una parábola, el alumno lo único que escucha es
una bonita historia. Quizá algún día descubra la enseñanza que
encierra la parábola. Pero para el maestro, lo único que cuenta es
la enseñanza. Lo único que queda es la misma infinita luz que hubo
aquí antes.
Todos
sabemos que Dios mismo está aquí. Todos sabemos que Dios está aquí
como, digamos, un coche policial con sus luces apagadas. Pero en
realidad, sus luces resplandecen. Sólo que no podemos verlas.
Dios
está en todas partes. Pero Su presencia es como el coche policial
con todas las luces apagadas.
Descubramos
el eclipse solar dentro de nosotros, sin olvidar que en nosotros hay
una gran luz que nunca cesa de brillar.
Detrás
de la luna, el sol sigue brillando. Y en cada uno de nosotros arde un
fuego Divino.
Pero...
Si
el sol no cesa de brillar durante los eclipses, ¿debemos nosotros
dar gracias por lo malo en nuestras vidas y por lo bueno?
Sí.
Porque el eclipse solar es la oportunidad de ver a simple vista, por
sólo dos minutos, al sol. Y la oportunidad de ver con claridad la
oscuridad de la luna, aun al mediodía.
La
luna oculta la luz para que podamos mirar al sol a simple vista.
Aquí,
en la Tierra, las penumbras del mundo ocultan la luz para que Dios se
pueda revelar.
Los
ángeles tienen luz, porque sólo ven la verdad.
Pero
nosotros, que nos debatimos en la oscuridad, que debemos elegir la
luz por cuenta propia, nosotros tocamos a Dios mismo.
Para
decirlo con todas las letras...
EL-MAL-NO-EXISTE
¿Entendieron?
El mal no existe. Sólo existe lo bueno y lo muy bueno, porque...
¡Es
la oscuridad la que nos permite mirar la Fuente de todo bien
directamente a los ojos!
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