Dienstag, 8. November 2016

MÚSICA Y CEREBRO


La música es el lenguaje universal por excelencia en lo que 
se refiere al estado de ánimo, las emociones y los deseos 
humanos. De ahí que la música “instrumente“ los sistemas 
neurales, estimulando así las regiones del cerebro a cargo de
la memoria, el lenguaje y el control motriz. 

La música influye sobre el cerebro desde el feto hasta la 
adultez. Mejora el humor de gente con desarreglos 
psiquiátricos, minimiza el déficit cognitivo en los dementes y 
activa la función motriz en los pacientes con Parkinson. 

La música --así los científicos-- ayuda a curar diversas 
patologías del sistema nervioso central. También contribuye al
desarrollo hormonal de los niños. 

El célebre tenor Luciano Pavarotti decía que si el niño no es 
puesto en contacto con la música a temprana edad, se le está
privando de algo vital para su desarrollo como ser humano. 

La música afecta el estado de ánimo, la concentración. 
También mejora la capacidad de aprendizaje. Y no sólo eso. 
También desarrolla al cerebro, porque ayuda a crear y 
fortalecer conexiones neurales necesarias para el 
procesamiento de los estímulos auditivos.

El neurobiólogo Mark Jude Tramo (Harvard University Medical
School) dice que el cerebro tiene un área encargada del 
procesamiento de la música. Para él, la música, aparte de su 
valor estético, forma parte de la vida misma, en el sentido 
biológico.

Estudios realizados en 1990 hallaron que el cerebro responde
a la armonía, la que a su vez depende de si la música es 
agradable o no.

El cerebro responde a la formación musical del mismo modo 
que un músculo responde al ejercicio. 

Investigadores del Beth Israel Deaconess Medical Center, en 
Boston, Estados Unidos, descubrieron que los músicos 
hombres tienen cerebros más grandes que los hombres sin 
una amplia educación musical. El cerebelo (la parte del 
cerebro que contiene el 70% de las neuronas cerebrales) era 5
por ciento más grande en los músicos hombres.

La música es usada para curar a los apopléjicos y 
esquizofrénicos. Lo mismo vale para quienes padecen del mal
de Huntington o el de Alzheimer y también para aquellos con 
un trauma cerebral.


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